jueves, 10 de mayo de 2007

Las bebidas que conozco.

Me es imposible embriagar a esa sombra estática y delatadora. Si fueran suicidas esos 8 segundos que distan la realidad de la nuestra y se quisiesen estrellar contra el piso en vez de nosotros, al mismo tiempo que intentamos imitarnos, convirtiéndonos así en una recopia, en una advertencia en desuso a nosotros mismos. Ser nuestra propia sombra, nuestro capricho en frío y nuestra inhibición a todo. Revolcarse en un refrito de nuestra ignorancia más querida en el preciso momento de borrar esa necesidad de alejarse de ella, como si fuera vital ser algo más que lo que siempre nos dicen que seamos. Yo ya no compro el diario para leerlo ni me subo al tren por el paisaje. Quizás estamos hechos para no esperar nada nuevo de nada, para no buscar una veta más en la mañana repetida después de la noche repetida, y ahí ser de nuevo ese galopario de pensamientos que van desde correr sin ningún sentido, hasta ser el más extraño de todos los seres humanos y romperse la boca contra el asfalto, adrede, fuerte. Le seguimos preguntando al único ser sin respuesta en el que nos podemos convertir, mañana vamos a tener la respuesta pero no la vamos a buscar. Es que es cierto y redundante que el mejor lugar para encontrar lo que no buscamos, es en donde no está.

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