viernes, 16 de noviembre de 2007

Dibujo (una enorme figura que contiene lo que sos)


Por Didí Krajolich

Una enorme figura que contiene lo que sos.
Hay formas interconectadas, en la profundidad difusas, indefinidas, difícilmente reconocibles por la conciencia; a medida que se va ascendiendo los signos comienzan a delimitarse, especificarse, volverse más exactos.
Pero esa interconexión de unas y otras, de esas y aquellas, provoca, promueve que se vayan tiñendo entre si, y las ideas y sensaciones que intentan representar no pueden ser cuadradas y perfectas, marcadas y aisladas; sino que se van entretejiendo por esas líneas invisibles, imperceptibles que van armando y desarmando tramas, arrastrando pequeños fragmentos de oscuridad inconsciente hasta entremezclarlos con elementos de “lo-real”
Y esa figura siempre al borde de una explosión, estrujando para estallar y descomponer los muros que contienen, detienen, retienen.
En la cima picos de retroalimentación con el mundo, tubos perceptivos que transportan hacia adentro estímulos intermitentes que quizás se dispersen y acoplen con aquellas formas y las despierten y revuelen, trastocando, transformando los enlaces constituidos. Y a su vez los conductos expulsan hacia fuera lo que vos sos, lo que construís, conformas, lo que tiras, lo que aceptas, asimilas y aquello que rechazas, intoleras, desvalorizas.
Hay alguna cadena de círculos vacíos, huecos que atraviesa toda la constelación. Ellos ahí simbolizando esos instantes de de-construcción, de parálisis, de in-entendimiento, de rabiosa descarga nerviosa sin denominación coherente. Retraimiento del tiempo, el reloj interno se va desintegrando. Siempre esta ahí, los días, las horas, los minutos, pero en tu figura los despedazas hasta que se desparraman, deforman los números, las agujas, los resortes, los motores. No solo hay tiempo recto, no en vos, no en tu mente, podes ir y venir y perturbar la linealidad. En tu cabeza enmarañada de ideas, representaciones, sentimientos, emociones, ellas trascienden el orden y lo estremecen. A veces intentan burlarse de esa mirada fija que nunca cierra sus ojos; una contemplación que atraviesa y puede des-fundamentar y desarticular todo aquello que parece estacionado en pequeños cubículos de tu cabeza.
Cuando las descargas se hacen más evidentes, imperan, dominan, desestructuran. Se rebalsan, y se configuran derrames, efusiones explosivas. Manchas negras, sombras deformadas, oscuridad atemorizante, miedo de lo que uno mismo expulsa, imágenes desconocidas. Eso que no se puede ver, lo indecoroso, lo reprimido, liquido negro de personificación desperdigada.
Y así queda configurado un cúmulo gigante difícil de determinar. Formas, hilos, oscuridad, luz, tubos, tiempo, miradas, manchas diseminadas, agujeros.
Uno de los mil modos de representarte, simbolizarte, dibujarte, imaginarte.
Un momento de mí. Un instante de ensueño y la necesidad de recrearlo en un papel. Un des-cruce del tiempo en mi fantasía de implantar una imagen.
Una apariencia en el medio de nadas que se entrelazan. Un impulso-expulsión, una visión; una figura que, no siempre, puede contenernos.

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